Un saber hacer que resiste la prueba del tiempo
Hoy en día, las viñas siguen siendo trabajadas a mano por una multitud de pequeños agricultores, a pesar de la «revolución industrial agrícola». Han mantenido un método de cultivo, la «complantación», que se remonta al siglo IX y que ha resistido todas las crisis del vino de las últimas décadas.
Durante siglos, no se planteó la cuestión de la conservación y la gestión del paisaje vitícola. Cada familia tenía al menos un viñedo que cultivaba al margen de su actividad profesional, lo que permitía a estas familias no sólo recibir y transmitir una herencia, sino también aportar un complemento económico al hogar. Por tanto, el mantenimiento del viñedo se basaba en las prácticas sociales y familiares heredadas, y las prácticas de cultivo se basaban en las de los mayores.








Paisajes modelados por la vid
Es esta transmisión de conocimientos la que ha contribuido a la conservación de un paisaje patrimonial en cuyo centro cada ladera está cortada por un sistema de terrazas y muros bajos para aumentar la superficie plana y cultivable. Triángulos estrechos o rectángulos ensanchados, estas líneas forman un paisaje de viñedos «rompecabezas». La microparcelación del viñedo acentúa el fenómeno del mosaico.
Paisaje modelado por muros bajos de esquisto
En el corazón del terruño catalán, el viñedo de Banyuls sorprende por su especificidad. Formada y mantenida por la mano del hombre desde el siglo V a.C., son más de 6.000 km de muros bajos de esquisto que sostienen las terrazas que descienden hasta el Mediterráneo.
Desde lejos, se pueden ver los dibujos de las «peus de gall» (patas de gallo) en las verdes laderas, un ingenioso sistema de canales de piedra seca, iniciado por los templarios, que permite evacuar el agua durante las raras pero violentas tormentas.